nunca me ha gustado mucho la idea de tener tarjetas de visita (pues me han parecido siempre señal inequívoca de hacerse mayor) así que lo he ido retrasando lo más posible
al final opté por hacérmelas yo a mano con la ayuda de una pequeña imprentilla (que me regalaron los colegas, a imagen y semejanza de una que tenía de pequeño, y que tras años de búsqueda nunca conseguí recuperar), y estamparlas sobre cartoncillo gris mal cortado
son torpes y toscas a más no poder, pero creo que tienen su encanto y son tres veces más gordas que las de cualquier dentista
2 comments:
Molan todo!
Seguro que llaman más la atención que otras superconvencionales que cuestan una pasta. Si les añades un dibujín de cerocoma quedarían ya perfectas.
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